Este artículo fué publicado en “El Financiero” un diario de la ciudad de México el día jueves 11 de noviembre del 2004

La educación no puede de­jar de innovar buscando resultados di­ferentes y me­jores, pues es una de sus ca­racterísticas intrínsecas; sin embargo, cabe pregun­tarnos: ¿qué implica inno­var en estruc­turas y pro­gramas relacionados con la educa­ción y arries­gar lo ya establecido?

Las instituciones de educación superior buscan integrar a su curricula herramientas innovadoras que permitan a sus estudiantes incursionar con éxito en la vida laboral.

La innovación como proceso lleva a la introducción de algo novedoso que busca la mejora en ese campo, activi­dad o proceso, este cambio del que se habla sugiere ir a la esencia de lo que se pretende impactar, y esta innovación no necesariamente implica algo que quizá nunca se haya genera­do; pueden ser nuevas formas de abordar el mismo fenómeno o también utilizar algo que en otro momento y en otras cir­cunstancias pudo no haber dado los resultados esperados.

La educación como fenómeno dinámico no puede dejar de innovar buscando resultados diferentes y mejores, pues es una de las características intrínsecas de la educación; sin em­bargo, cabe preguntarnos: ¿qué implica innovar en estructu­ras y programas relacionados con la educación y arriesgar lo ya establecido? Para ello es importante conocer algunos as­pectos limitantes de la innovación.

Actualmente, las instituciones de educación superior buscan integrar a su curricula herramientas innovadoras que permitan a sus estudiantes incursionar con éxito en la vida laboral; inclusive muchas de estas innovaciones giran en torno a la internacionalización, misma que es una reali­dad en este momento para México, ya que las innovaciones permiten generar mejores alianzas y formar redes a nivel mundial.

Sin embargo, es necesario tener cuidado, ya que es común encontrar instituciones a las que una idea de otra institución les parezca buena y la copian; de hecho, es más fácil esperar a que el otro cometa un error o un acierto para poder hacer cambios un poco “más segu­ros”, de manera que se puedan incrementar las ventas o le vaya mejor al negocio.

Este tipo de prácticas son más comunes de lo que pensa­mos, pues estos plagios se dan en todos los ámbitos, sobre todo en sociedades o economías en las que las que se fomenta la competencia, empresas grandes toman las innovaciones de pe­queñas empresas que emergen, de manera que sacan el máximo provecho de las ideas de otros.

Observar lo que hace el ve­cino proporciona un cierta se­guridad, conformidad y fomenta la avaricia, creyendo que el otro tiene “la clave” de cómo funciona el producto o servicio. A este tipo de empre­sa, a pesar de que parezca mo­verse, le cuesta trabajo arries­gar ante lo establecido.

Este tipo de copias lo que promueven es la desconfianza del cliente, ya que existen varios productos o servicios con las mismas características; un ejemplo de esto sería la com­petencia entre universidades que se promueven a través de la inserción de egresados en el campo laboral, esta propuesta es atractiva para quién quiere estudiar; sin embargo, como las dos proponen lo mismo, deja esto de ser una distinción y se crea la duda de cuál escoger, corriendo el riesgo de elegir una universidad donde no se egrese bien preparado.

Es en este sentido que la innovación sea en realidad productiva para las instituciones; debe estar fundamenta­da, en una empresa que pueda sustentar y desarrollar lo más posible las nuevas propuestas, de manera que no se pierda el impacto que genera esta innovación, cediendo el uso y desarrollo a instituciones con capacidad para mane­jarla mejor y que se benefician de las ideas de los demás. Este sustento permite crear confianza entre el cliente y el producto o servicio que se da y crea un ambiente de con­gruencia y solidez.

La innovación es la utilidad o el enfoque al servicio del cliente que posee la misma; es decir, esta innovación puede construir una mejor calidad de vida para el estudiante.

En este sentido está el reto: poner la innovación al servicio del hombre. Las instituciones pueden tomar en consideración este aspecto, de manera que pueda existir un equilibrio entre innovaciones riesgosas y modificaciones más seguras a servi­cios o productos existentes.

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Carlos Franco Fitzmaurice

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